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En busqueda de la excelencia académica

Siempre que pensamos en excelencia académica nos imaginamos a un investigador en una prestigiosa universidad encontrando solución a una enfermedad incurable o ganando el premio Nobel en algún campo.

Sin duda, la excelencia académica, se mide en relación con los logros académicos que conseguimos, pero es un concepto que va mucho más allá de los simples resultados académicos.  No seríamos justos en circunscribirlo solo a ese ámbito.

Como seres únicos e irrepetibles que somos, sólo por el hecho de ser personas, se nos debe analizar en todas nuestras dimensiones, no solo en la dimensión racional que es la que evoca la inteligencia.

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Excelencia Académica

La excelencia académica va acompañada al proceso de formación que tiene cada ser humano, y, como bien sabemos, la fuente primordial de la formación de los hijos somos los padres. Y, como padres, a la hora de buscar una institución que nos acompañe y apoye en la formación de nuestros hijos, no solo deberíamos centrar nuestras expectativas en los resultados perfectos de las pruebas de admisiones para el ingreso a la universidad. Nuestra búsqueda debe ir más allá, debe dirigirse a poder ofrecer a cada uno de los hijos, en su condición de único e irrepetible, la posibilidad de alcanzar la mejor versión de sí mismos.

Pero esa búsqueda parece imposible, ¿cómo conseguir que un adolescente haga lo que tiene que hacer y busque su mejora personal?

La clave es enseñar a “querer-querer” [1]. Hacer atractiva la virtud, de tal suerte que busquen esa excelencia con trascendencia, con los pies puestos en la tierra, pero con la mirada puesta en el cielo.

Los adolescentes desarrollan una serie de habilidades que son básicas para ser competitivos en el ámbito laboral. Debemos también ayudarlos a que crezcan como personas, como individuos de una sociedad que necesita una brisa de aire nuevo para reinventarse.

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busqueda de excelencia

¿Por dónde comenzar la búsqueda de la excelencia académica?

Por la base en cualquier proceso educativo: el cultivo de virtudes. Virtudes sin las cuáles el barco del proceso educativo pierde el norte, el timonel debe estar centrado en la conquista de virtudes. Todas las virtudes son necesarias, pero las indispensables son: templanza, fortaleza, justicia y prudencia.

Hacer el trabajo cuando se debeTemplanza

La conquista de esta virtud se consigue trabajando la voluntad. La voluntad es un músculo que necesita fortalecerse, debe estar lo suficientemente fuerte para obedecer a la razón cuando ha discernido que algo conviene o no. Un ejemplo vívido de esto es el bombardeo tecnológico que los jóvenes de hoy sufren a diario. Un adolescente promedio a la hora de hacer sus tareas está al mismo tiempo contestando mensajes a sus compañeros, oyendo música o viendo videos en YouTube, mientras trata de resolver la ecuación cuadrática que le asignó su maestro. Es impresionante la cantidad de estímulos externos que un adolescente actual debe enfrentar para estar “en onda” con todos los demás compañeros de su clase. Es difícil que, por cuenta propia, el adolescente, deje a un lado los distractores para cumplir con su trabajo escolar, si no ha cultivado la virtud de la templanza. Lo más fácil será dejarse llevar por la satisfacción de la dopamina generada con base a la atención recibida por sus pares. Esta virtud alejará, en su momento, las recompensas efímeras de decisiones que, mal tomadas, podrían hacerle mucho daño.

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¿Quieres de verdad ser santo? —Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces.”[2]

La hiperestimulación que mencionamos y como consecuencia de ella, obtenemos como resultado un trabajo hecho a medias.

Esto nos lleva a plantearnos:

Hacer el trabajo bien hecho – Laboriosidad

No es válido cumplir por cumplir, es procurar que esa tarea grande o pequeña quede lo mejor posible, poner todos los medios a mi alcance para que sea el mejor trabajo que haya podido hacer, y la medida para saber si ésta es adecuada es poder ofrecerle ese esfuerzo de ese trabajo a Dios, quien recibe ese trabajo como oración.

“Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración.”[3]

 Terminar lo que comienzoFortaleza y Perseverancia

Muchos nos entusiasmamos con proyectos interesantes y ambiciosos, pero a la primera de cambio, buscamos alguna excusa y no los concluimos, luego nos excusamos con cualquier cosa “no era el momento”, “tenía que priorizar mis metas”, etc. Nada debe alejarnos de la meta propuesta hasta conseguirla, pero eso solo se logra si hemos conquistado la virtud de la perseverancia, hermana menor de la fortaleza. Todo lo que vale la pena cuesta, y cuesta mucho. Cuesta tiempo, esfuerzo, paciencia y, si no estamos acostumbrados a “que si cuesta, lo que debemos hacer es poner más esfuerzo y conseguirlo”, podríamos terminar siguiendo el camino fácil: abdicar a nuestro sueño, no sin antes echar la culpa a alguien más, para no sentir el fracaso de la falta de virtud.

“¿Por qué esas variaciones de carácter? ¿Cuándo fijarás tu voluntad en algo? —Deja tu afición a las primeras piedras y pon la última en uno solo de tus proyectos.”[4]

 Salirse de sí mismosJusticia y Generosidad

Debemos educar para lograr que los alumnos miren alrededor y no solo sus intereses personales. La justicia es dar a cada uno lo que necesita, no repartir equitativamente por igual, porque no somos iguales, ya lo mencionamos, somos únicos e irrepetibles. Por lo tanto, es fundamental favorecer esa diferencia y lograr que cada uno aprenda a reconocer sus fortalezas y debilidades, fruto de ese ejercicio será lograr que cada estudiante apoye al que necesite de su ayuda, de su tiempo, de su compañía. A veces solo necesitamos que nos escuchen, para sentir que somos importantes, para entender el valor inmenso que tenemos y la dignidad que poseemos como seres humanos.

Reconocer el Bien [5] y quererloPrudencia

Cuando reconocemos el sentido de nuestra propia vida es cuando la prudencia alcanza su verdadero sentido, según David Isaacs, ya que, a través de la prudencia, reflexionamos en forma adecuada y diferenciamos el bien del mal. Como resultado del desarrollo de esta virtud, buscaremos y querremos el bien para nuestra vida.

Podemos concluir que la tarea de la educación no es fácil, consiste en volcarse en cada alumno con las características personales que posee, asistirlo en sus necesidades y potencializarlo al máximo, estimulándolo, acompañándolo, guiándolo para que tenga todas las herramientas para desarrollarse integralmente.

Una verdadera educación formativa para una persona es aquella que respeta a cada uno por quien es, y por lo tanto proporciona un escenario exitoso para obtener en cada uno la excelencia.

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 “Al que pueda ser sabio no le perdonamos que no lo sea.”[6]

Beatriz Vinueza de Loría
Máster en Matrimonio y Familia
Coordinadora de Bachillerato Internacional
Iribó School


[1] El término querer-querer se refiere a la voluntad humana identificada con la Voluntad Divina: “Veo con meridiana claridad la fórmula, el secreto de la felicidad terrena y eterna: no conformarse solamente con la Voluntad de Dios, sino adherirse, identificarse, querer —en una palabra—, con un acto positivo de nuestra voluntad, la Voluntad divina. —Este es el secreto infalible —insisto— del gozo y de la paz.” Escrivá de Balaguer, J., Amigos de Dios, 231.

[2] Escrivá de Balaguer, Camino 815.
[3] Escrivá de Balaguer, Camino 335.
[4] Escrivá de Balaguer, Camino 42.
[5] El BIEN que mencionamos es todo lo BUENO que recibimos de Dios.
[6] Escrivá de Balaguer, Camino 332

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